Translate

domingo, 3 de noviembre de 2013

Sor Juana Inés de la Cruz (poemario)






        SONETOS

CONDENA LA CRUELDAD DE LA ESPERANZA

Diuturna enfermedad de la esperanza
que así entretiene mis cansados años
que lleguen a excederse en los tamaños
la desesperación o la confianza:

¿quién te ha quitado el nombre de homicida,
pues lo eres más severa, si se advierte
que suspendes el alma entretenida

y entre la infausta o la felice suerte
no lo haces tú por conservar la vida
sino por dar más dilatada muerte?


A UNA ROSA

Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.


Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.


¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.


De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.
 
OCTAVIO PAZ
RETÓRICA DEL LLANTO

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.

Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos:
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.




EN AMOR ES CONVENIENTE UN SOLO EMPLEO



Fabio: en el ser de todos adoradas,
son todas las beldades ambiciosas,
porque tienen las aras por ociosas
si no las ven de víctimas colmadas.

Y así, si de uno solo son amadas,
viven de la Fortuna querellosas,
porque piensan que más que ser hermosas
constituye deidad el ser rogadas.

Mas yo soy en aquesto tan medida,
que en viendo a muchos, mi atención zozobra,
y sólo quiero ser correspondida

de aquél que de mi amor réditos cobra;
porque es la sal del gusto el ser querida,
que daña lo que falta y lo que sobra. 



AMAR O ABORRECER



Que no me quiera Fabio al verse amado
es dolor sin igual, en mi sentido;
mas que me quiera Silvio aborrecido
es menor mal, mas no menor enfado.

¿Qué sufrimiento no estará cansado,
si siempre le resuenan al oído,
tras la vana arrogancia de un querido,
el cansado gemir de un desdeñado?

Si de Silvio me cansa el rendimiento,
a Fabio canso con estar rendida:
si de éste busco el agradecimiento,

a mí me busca el otro agradecida:
por activa y pasiva es mi tormento,
pues padezco en querer y ser querida.



INTENTA REDUCIR EL PESAR DE UN CELOSO

¿Qué es esto, Alcino, cómo tu cordura
se deja vencer así de un mal celoso,
haciendo con extremos de furioso
demostraciones más que de locura?

¿En qué te ofendió Celia, si se apura?
¿O por qué al amor culpas engañoso
si no aseguró nunca poderoso
la eterna posesiónd e su hermosura

La posesión de cosas temporales,
temporal es, Alcino, y es abuso
el querer conservarlas siempre iguales.

Con que tu eror y tu ignorancia acuso,
pues fortuna y amor de cosas tales
la propiedad no han dado, sino el uso.



ARREPENTIMIENTO DEL AMOR INDIGNO

Cuando mi error y tu vileza veo,
contemplo, Silvio, de mi amor errado,
cuán grave es la malicia del pecado,
cuán violenta la fuerza de un deseo.

A mi misma memoria apenas creo
que pudiese caber en mi cuidado
la última línea de lo despreciado,
el término final de un mal empleo.

Yo bien quisiera, cuando llego a verte,
viendo mi infame amor poder negarlo;
mas luego la razón justa me advierte

que sólo me remedia en publicarlo;
porque el gran delito de quererte
sólo es bastante pena confesarlo.
 
NO PASAR POR OLVIDO LO DESCUIDADO



Dices que yo te olvido, Celio, y mientes,
en decir que me acuerdo de olvidarte,
pues no hay en mi memoria alguna parte
en que, aun como olvidado, te presentes.

Mis pensamientos son tan diferentes
y en todo tan ajenos de tratarte,
que ni saben ni pueden olvidarte,
ni si te olvidan saben si lo sientes.

Si tú fueras capaz de ser querido,
fueras capaz de olvido; y ya era gloria
al menos la potencia de haber sido.

Mas tan lejos estás de esa victoria,
que aqueste no acordarme no es olvido
sino una negación de la memoria. 

LA PRESENCIA DE QUIEN SE AMA

Mandas, Anarda, que sin llanto asista

a ver tus ojos, de lo cual sospecho

que el ignorar la causa es quien te ha hecho

querer que emprenda yo tanta conquista.



Amor, señora, sin que me resista

que tiene en fuego el corazón deshecho,

como hace huir la sangre allá en el pecho

vaporiza en ardores por la vista.



Buscan luego mis ojos tu presencia,

que centro juzgan de su dulce encanto,

y, cuando mi atención te reverencia,



los visuales rayos, entretanto,

como hayan en tu nieve resistencia

lo que salió vapor se vuelve llanto.



SONETO A SAN JOSÉ



Nace de la escarchada fresca rosa

Dulce abeja, y apenas aparece

Cuando a su recio natalicio ofrece

Tutelar verde palma victoriosa.



Así rosa María más hermosa

concibe a Dios y el vientre apenas crece

cuando es de la sospecha que padece,

el Espíritu Santo palma umbrosa.



Pero cuando el tirano por prenderlo,

tanta inocente turba herir pretende

solo vos, ¡Oh José! váis a esconderlo,



para que en vos admire,  quien lo entiende,

que vos bastáis del mundo a defenderlo,

y que de vos Dios solo lo defiende.



        ROMANCES



DOLOR DE UNA AUSENCIA

Ya que para despedirme,
dulce idolatrado dueño,
ni me da licencia el llanto
ni me da lugar el tiempo,
háblente los tristes rasgos,
entre lastimosos ecos,
de mi triste pluma, nunca
con más justa causa negros.
Y aun ésta te hablará torpe
con las lágrimas que vierto,
porque va borrando el agua
lo que va dictando el fuego.
Hablar me impiden mis ojos;
y es que se anticipan ellos,
viendo lo que he de decirte,
a decírtelo primero.
Oye la elocuencia muda
que hay en mi dolor, sirviendo
los suspiros, de palabras,
las lágrimas, de conceptos.
Mira la fiera borrasca
que pasa en el mar del pecho,
donde zozobran, turbados,
mis confusos pensamientos.
Mira cómo ya el vivir
me sirve de afán grosero;
que se avergüenza la vida
de durarme tanto tiempo.
Mira la muerte, que esquiva
huye porque la deseo;
que aun la muerte, si es buscada,
se quiere subir de precio.
Mira cómo el cuerpo amante,
rendido a tanto tormento,
siendo en lo demás cadáver,
sólo en el sentir es cuerpo.
Mira cómo el alma misma
aun teme, en su ser exento,
que quiera el dolor violar
la inmunidad de lo eterno.
En lágrimas y suspiros
alma y corazón a un tiempo,
aquél se convierte en agua,
y ésta se resuelve en viento.
Ya no me sirve de vida
esta vida que poseo,
sino de condición sola
necesaria al sentimiento.
Mas, ¿por qué gasto razones
en contar mi pena y dejo
de decir lo que es preciso,
por decir lo que estás viendo?
En fin, te vas, ¡ay de mi!
Dudosamente lo pienso:
pues si es verdad, no estoy viva,
y si viva, no lo creo.
¿Posible es que ha de haber día
tan infausto, funesto,
en que sin ver yo las tuyas
esparza sus luces Febo?
¿Posible es que ha de llegar
el rigor a tan severo,
que no ha de darle tu vista
a mis pesares aliento?
¡Ay, mi bien, ay prenda mía,
dulce fin de mis deseos!
¿Por qué me llevas el alma,
dejándome el sentimiento?
Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto.
Mas ya que es preciso, ¡ay triste!,
en mi infelice suceso,
ni vivir con la esperanza,
ni morir con el tormento,
dame algún consuelo tú
en el dolor que padezco;
y quien en el suyo muere,
viva siquiera en tu pecho.
No te olvides que te adoro,
y sírvante de recuerdo
las finezas que me debes,
si no las prendas que tengo.
Acuérdate que mi amor,
haciendo gala de riesgo,
sólo por atropellarlo
se alegraba de tenerlo.
Y si mi amor no es bastante,
el tuyo mismo te acuerdo,
que no es poco empeño haber
empezado ya en empeño.
Acuérdate, señor mío,
de tus nobles juramentos;
y lo que juró la boca
no lo desmientan tus hechos.
Y perdona si en temer
mi agravio, mi bien, te ofendo,
que no es dolor, el dolor
que se contiene atento.
Y adiós; que con el ahogo
que me embarga los alientos,
ni sé ya lo que te digo
ni lo que te escribo leo.
 
        ENDECHAS

ANTE LA AUSENCIA

Divino dueño mío,
si al tiempo de partirme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males.


Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire.


Apenas tus favores
quisieron coronarme,
dichoso más que todos,
felices como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.


Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten,


¡Ay, dura ley de ausencia!
¿quién podrá derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?


¿Será de tus favores
sólo el corazón cárcel
por ser aun el silencio
si quiero que los guarde,
custodio indigno, sigilo frágil?


Y puesto que me ausento,
por el último vale
te prometo rendido
mi amor y fe constante,
siempre quererte, nunca olvidarte.



CONSUELO EN EL DESENGAÑO



    Ya, desengaño mío,
llegasteis al extremo
que pudo en vuestro ser
verificar el serlo.

    Todo los habéis perdido;
mas no todo, pues creo
que aun a costa es de todo
barato el escarmiento.

    No envidiaréis de amor
los gustos lisonjeros:
que está un escarmentado
muy remoto del riesgro.

    El no esperar alguno
me sirve de consuelo;
que también es alivio
el no buscar remedio.

    En la pérdida misma
los alivios encuentro:
pues si perdi el tesoro,
también se perdió el miedo.

    No tener qué perder
me sirve de sosiego;
que no teme ladrones,
desnudo, el pasajero.

    Ni aun la libertad misma
tenerla por bien quiero:
que luego será daño
si por tal la poseo.

    No quiero más cuidados
de bienes tan inciertos,
sino tener el alma
como que no la tengo.



        LIRAS

SENTIMIENTO DE AUSENTE

Amado dueño mío,
Escucha un rato mis cansadas quejas,
Pues del viento las fío,
Que breve las conduzca a tus orejas,
Si no se desvanece el triste acento
Como mis esperanzas en el viento.


Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo muda.


Si del campo te agradas,
Goza de sus frescuras venturosas
Sin que aquestas cansadas
Lágrimas te detengan enfadosas;
Que en él verás, si atento te entretienes
Ejemplo de mis males y mis bienes.


Si al arroyo parlero
Ves, galán de las flores en el prado,
Que amante y lisonjero
A cuantas mira intima su cuidado,
En su corriente mi dolor te avisa
Que a costa de mi llanto tiene risa.


Si ves que triste llora
Su esperanza marchita, en ramo verde,
Tórtola gemidora,
En él y en ella mi dolor te acuerde,
Que imitan con verdor y con lamento,
Él mi esperanza y ella mi tormento.


Si la flor delicada,
Si la peña, que altiva no consiente
Del tiempo ser hollada,
Ambas me imitan, aunque variamente,
Ya con fragilidad, ya con dureza,
Mi dicha aquélla y ésta mi firmeza.


Si ves el ciervo herido
Que baja por el monte, acelerado
Buscando dolorido
Alivio del mal en un arroyo helado,
Y sediento al cristal se precipita,
No en el alivio en el dolor me imita,


Si la liebre encogida
Huye medrosa de los galgos fieros,
Y por salvar la vida
No deja estampa de los pies ligeros,
Tal mi esperanza en dudas y recelos
Se ve acosa de villanos celos.


Si ves el cielo claro,
Tal es la sencillez del alma mía;
Y si, de luz avaro,
De tinieblas emboza el claro día,
es con su oscuridad y su inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.


Así que, Fabio amado
Saber puede mis males sin costarte
La noticia cuidado,
Pues puedes de los campos informarte;
Y pues yo a todo mi dolor ajusto,
Saber mi pena sin dejar tu gusto.
Mas ¿cuándo ¡ay gloria mía!
Mereceré gozar tu luz serena?


¿Cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto,
y de los míos quitarás el llanto?


¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?


¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿y cuándo yo dichosa,
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto?
que tanto ha de penar quien goza tanto.


¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable,
y aquel bien indecible
a toda humana pluma inexplicable?
Que mal se ceñirá a lo definido
Lo que no cabe en todo lo sentido.


Ven, pues, mi prenda amada,
Que ya fallece mi cansada vida
De esta ausencia pesada;
Ven, pues, que mientras tarda tu venida,
Aunque me cueste su verdor enojos,
Regaré mi esperanza con mis ojos.



EXPRESA EL SENTIMIENTO DE UNA ESPOSA POR SU ESPOSO
   A estos peñascos rudos,

mudos testigos del dolor que siento

-que sólo siendo mudos

pudiera yo fiarles mi tormento,

si acaso de mis penas lo terrible

no infunden lengua y voz en lo insensible-,



   quiere contar mis males,

si es que yo sé los males de que muero;

pues son mis penas tales,

que si contarlas por alivio quiero,

le son, una con otra atropellada,

dogal a la garganta, al pecho espada.



   No envidio dicha ajena:

que el mal eterno que en mi pecho lidia,

hace incapaz mi pena

de que pueda tener tan alta envidia;

es tan mísero estado en el que peno,

que como dicha envidio el mal ajeno.



   No pienso yo si hay glorias;

porque estoy de pensarlo tan distante,

que aun las dulces memorias

de mis pasado bien, tan ignorante

las mira de mi mal el desengaño,

que ignoro si fue bien, y sé que es daño.



   Esténse allá su esfera

lo dichosos: que es cosa en mi sentido

tan remota, tan fuera

de mi imaginación, que sólo mido,

entre lo que padecen los mortales,

lo que distan sus males de mis males.



   ¡Quién tan dichosa fuera,

que de un agravio indigno se quejara!

¡Quién un desdén llorara!

¡Quién un alto imposible pretendiera!

¡Quién legara, de ausencia o de mudanza,

casi a perder de vista la esperanza!



   ¡Quién en ajenos brazos

viera a su dueño y con dolor rabioso

se arrancara a pedazos

del pecho aridente el corazón celoso!

Pues fuera menor mal que mis desvelos,

el infierno insufrible de los celos.



   Pues todos estos males

tienen consuelo o tienen esperanza,

y lo más sin inguales

solicitan o animan la venganza;

y sólo de mi fiero mal se aleja

la esperanza, venganza, alivio y queja.



   Porque ¿a quién sino al Cielo,

que me robó mi dulce prenda amada,

podrá mi desconsuelo

dar sacrílega queja destemplada?

Y él, con sordas, rectísimas orejas,

a cuenta de blasfemias pondrá quejas.



   Ni Fabio fue grosero,

ni ingrato, ni traidor; antes, amante

con pecho verdadero,

nadie fue más leal ni más constante:

nadie más fino supo, en sus acciones,

finezas añadir a obligaciones.



   Sólo el Cielo, envidioso,

mi esposo me quitó; la Parca dura,

con ceño riguroso,

fue sólo autor de tanta desventura.

¡Oh Cielo riguroso, oh triste suerte,

que tantas muertes das con una muerte!



   ¡Ay dulce esposo amado!,

¿para qué te vi yo? ¿Por qué te quise,

y por qué tu cuidado

me hizo, con las venturas, infelice?

¡Oh dicha, fementida y lisonjera,

quién tus amargos fines conociera!



   ¿Qué vida es ésta mía,

que rebelde resiste a dolor tanto?

¿Por qué, necia, porfía,

y en las amargas fuentes de mi llanto

atenuada, no acaba de extinguirse,

si no puede en mi fuego consumirse?



        DÉCIMAS



RAZÓN CONTRA TIRANÍA DEL AMOR



Dime vencedor Rapaz,
vencido de mi constancia,
¿Qué ha sacado tu arrogancia
de alterar mi firme paz?
Que aunque de vencer capaz
es la punta de tu arpón,
¿qué importa el tiro violento,
si a pesar del vencimiento
queda viva la razón?

Tienes grande señorío;
pero tu jurisdicción
domina la inclinación,
mas no pasa el albedrío.
Y así librarme confío
de tu loco atrevimiento,
pues aunque rendida siento
y presa la libertad,
se rinde la voluntad
pero no el consentimiento.

En dos partes dividida
tengo el alma en confusión:
una, esclava a la pasión,
y otra, a la razón medida.
Guerra civil, encendida,
aflige el pecho importuna:
quiere vencer cada una,
y entre fortunas tan varias,
morirán ambas contrarias
pero vencerá ninguna.

Cuando fuera, Amor, te vía,
no merecí de ti palma;
y hoy, que estás dentro del alma,
es resistir valentía.
Córrase, pues, tu porfía,
de los triunfos que te gano:
pues cuando ocupas, tirano,
el alma, sin resistillo,
tienes vencido el Castillo
e invencible el Castellano.

Invicta razón alienta
armas contra tu vil saña,
y el pecho es corta campaña
a batalla tan sangrienta.
Y así, Amor, en vano intenta
tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al verme
expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme
mas no pudiste vencerme.



        GLOSAS



PRESTO CELOS LLORARÁS



En vano tu canto suena

pues no advierte en su desdicha

que será el fin de tu dicha

el principio de tu pena.

El loco orgullo refrena

de que tan ufano estás,

sin advertir, cuando das

cuenta al aire de tus bienes

que si ahora dichas tienes

presto celos llorarás.



En lo dulce de tu canto

el justo temor te avisa

que en un amante no hay risa

que no se alterne con llanto.

No te desvanezca tanto

el favor, que te hallarás

burlado y conocerás

cuánto es necio un confiado,

que si hoy blasonas de amado,

presto celos llorarás.



Advierte que el mismo estado

que al amante venturoso

le constituye dichoso,

le amanezca desdichado,

pues le dan tan alto grado

por derribarle  no más;

y así tú, que ahora estás

en tal altura no ignores

que si hoy ostentas favores

presto celos llorarás.



La gloria más levantada,

que amor a tu dicha ordena,

contémplala como ajena

y tenla por prestada.

No tu ambición engañada

piense que eterno serás

en las dichas; pues verás

que hay áspid entre las flores

y que si hoy cantas favores
presto celos llorarás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario