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martes, 5 de noviembre de 2013

Marcelino pan y vino

Marcelino pan y vino de José María Sánchez-Silva y García Morales.    



                                                                                          
     Este análisis literario comprende el contenido y la forma de la novela. En el contenido, analizaremos las ideas del autor y el significado de su obra. La forma en que está organizado el contenido se analizará más adelante.   
                                    Contenido
     En el contenido se analizará el título, el asunto, el tema, los personajes, el ambiente y la acción dramática.                        



                                                                                     
     El título es importante, porque establece la relación entre Marcelino y Jesús quien un día le dijo: Tú te llamarás desde hoy Marcelino Pan y Vino.  El título refleja el contenido global de la obra, porque, las más de las veces, el niño le subía pan y vino.

     El asunto de que trata la obra es la obediencia que, según el Diccionario práctico del estudiante de la Real Academia Española,  obediencia es  “Seguir o cumplir las órdenes o indicaciones de alguien. El perro me obedece cuando lo llamo”. (Pág. 493). Sus características son el cristianismo que considera la muerte como una consecuencia, no del pecado en sí, sino de la desobediencia a Dios.  El autor enfoca el asunto como pecado, ya que en este paraíso de Marcelino solo había un árbol del bien y del mal; solo una prohibición pesaba sobre el niño y era la de subir  las escaleras  hacia el desván  muy imperfectas y peligrosas para un niño.  Él sabía que estaba haciendo algo prohibido y, sin embargo, no era capaz de bajar y cumplir con lo que tenía ordenado. Las fuentes que utiliza el autor son sus experiencias vividas por habérselo oído tanto a su madre y por habérmelo contado a mí mismo después tantas veces, y aun a otros, y seguramente corregido, desfigurado y recreado a mi manera.  Por eso, es una recreación poética.         

PABLITO CALVO

     El tema específico de la obra es la comunión entre Jesús y Marcelino que, según el Diccionario práctico del estudiante de la Real Academia Española,  comunión es  el “Hecho de unirse en algo común, espec. no material”. (Pág. 156).  La relación entre el asunto y el tema es cómo Marcelino se fortalece para cumplir con la voluntad de Dios.  Tomando en cuenta esto, el tema es de índole sicológico.
     Los subtemas son el trabajo en equipo, la casa, la madre.  El tema se revela por medio de los  encuentros y entrevistas entre Marcelino y Jesús en el desván.  La relación entre el título y el tema es que el pan y el vino fue el medio que usó Jesús para hacerse amigo de Marcelino.  La relación entre el tema y la atmósfera es que  la privacidad son necesarios para encontrar a Jesús. En este caso, la tesis del autor es de índole social.     



     El personaje que lleva el peso de la trama es Marcelino, porque él es el héroe que tiene que vencer los obstáculos en el desván y enfrentar los peligros en la cocina para superar el reto de su soledad y descubrir la verdad sobre su madre.     
     Marcelino tiene profundidad o complejidad psicológica, porque siempre contaba con un amigo invisible en sus juegos.  Conocía todas las cosas que se movían y las que se estaban quietas.   Además, demuestra consistencia y fuerza psicológica, porque era un chico muy listo por haber estado solo la mayor parte de su vida.  Así, sabía observar muy bien y se aprovechaba de los descuidos de los frailes.
     Hay inquietudes del autor reflejadas directamente en Jesús, porque  es el que acepta la decisión de Marcelino de ver a su madre y a la suya. 



     Hay verosimilitud en los personajes cuando  El Superior dispuso que uno de los frailes que caminara al pueblo, llevase la criatura y la entregara a las autoridades; Marcelino llega al desván ya sin miedo;  Marcelino siempre ha pensando en su madre  y lo que más le gustaría de todo sería verla aunque fuera un momento;  El Superior reunió a la comunidad para pedir consejo por el evidente cambio de Marcelino; Fray Papilla y fray Puerta pasaron la noche en vela, rezando y pidiendo luz a Dios para entender en tan misterioso asunto; Jesús mismo interroga al niño…;  Aquella misma noche fray Malo había sentido tan repentina mejoría que se había hecho conducir a la capilla para adorar a Dios y despedirse de su amigo.
            Hay verosimilitud en la acción dramática cuando tenía una prohibición el niño y era la de subir las escaleras hacia el desván;  Marcelino seguía sin trabas su amistad con Jesús y le seguía llevando cosas sin importarle ya si era robar o no. 


     Hay personajes que contribuyen al desarrollo de la acción dramática. Marcelino, poco a poco,  pudo distinguir los objetos. Fue viendo algo así como la figura de un hombre altísimo, medio desnudo, con los brazos abiertos y la cabeza vuelta hacia él;  Entonces, el Señor Jesús bajó un brazo y cogió el pan. Marcelino estaba contento. Seguramente ya tenía un amigo más; El Superior persistió en sus investigaciones, y acabó por estar al tanto de lo que en el desván ocurría a diario entre el niño y la imagen que allí tenían.

     Existe un personaje que no tiene presencia material como la madre de Marcelino, porque es el único recuerdo que le queda, pero que mueve la acción, porque es el único valor no material que tiene en común con Jesús. 
     El hombre del desván puede representar fatalidad u otro designio superior como factores determinantes en la conducta de Marcelino. Así Jesús mueve la acción, porque Marcelino ya no jugaba con los animales; Se había olvidado de Manuel;  No gastaba bromas a los frailes; su gato Mochito se murió y Marcelino lo enterró en un rincón de la huerta sin verter una sola lágrima; Allí, los frailes fueron llamados por sus nombres verdaderos de pronto; Y que fray Talán era ayudado, por primera vez en la historia de Marcelino, a los cuidados de la capilla;  y allí, en el cuadro de San Francisco, buscaba el crucifijo no muy grande que el santo traía entre las manos y reconocía los rasgos del hombre del desván y recordaba todas sus  palabras. Y subía las escaleras sin importarle para nada el ruido ni tampoco que le pudieran seguir hasta allá arriba. Estos son los cambios que Jesús hizo en la conducta de Marcelino.


     El personaje principal es Marcelino quien está solo, tiene la necesidad de tener amigos  y se inventa amigos; Se convierte en santo, porque solo un niño puede unir lo real y lo imaginario. Sin embargo, Marcelino no es un fanático religioso, sino que mezcla su testimonio con sus travesuras. Es decir, son sus estrategias para suplir la falta de una madre y de amigos. Por eso, Marcelino es el que hace que Jesús cobre vida para él. (Anabel Sáiz Ripoli, El único Andersen español).                                  
      Los secundarios son el Padre Superior, el portero fray Puerta, fray Bernardo o Bautizo, fray Gil, fray Malo el anciano enfermo, fray Papilla el cocinero, Fray Talán el que cuida la capilla.  
     El ambiente es rural, porque se trata de un convento en un pueblo pequeño a comienzos del siglo XX,  con una huerta y el campo de alrededor. El ambiente es fantástico, porque el desván era un sitio espléndido para jugar en invierno, cuando hacía frío fuera del convento. Por eso, en tiempos de frío, viento y nieve los frailes estaban encerrados forzosamente en el convento y sin recibir una sola visita ni una sola limosna. El desván era más pequeño que la troje y tenía un ventanillo pequeñísimo cerrado, por el que apenas entraba luz.

      Hay relación entre el ambiente y el diálogo de los personajes, porque en el desván pueden hablar a solas.  La acción se desarrolla en una atmósfera de misterio. La atmósfera franciscana está en armonía con el ambiente, porque se trata de un convento.   
      El ambiente pesa en forma parcial sobre Marcelino, quien muere como consecuencia de la desobediencia a los frailes, pero esto le permitió encontrar a Jesús y a su madre. También, el ambiente pesa en forma parcial sobre los frailes, ya que, según el cristianismo, el mismo hecho también se puede considerar como un milagro divino.    
     La acción dramática es lenta al comienzo y rápida al final.  En este caso, es mejor resumir la acción por capítulos.   En el capítulo I,  un alcalde por caridad dejó el lugar a los frailes, pero tenían que renovar el permiso y fueron tantos sus beneficios en el pueblo que les regalaron el terreno y la casa que habitaban.  Una mañanita oyó el portero un llanto en la puerta. Salió a ver qué era. Vio algo como un bulto de ropa que se movía. Era el llanto de un niño recién nacido que alguien había abandonado hace algunas horas. No murió helado, porque el frío había cesado. El Superior dispuso que uno de los que caminara al pueblo, llevase la criatura y la entregara a las autoridades. Fray Bernardo atinó con un obstáculo: ¿Y no debiéramos bautizarlo antes? Esta idea detuvo a todos.

     Fray Gil también detuvo a la comitiva que se dirigía a la capilla: ¿Y qué nombre le pondremos? Era la fiesta de San Marcelino. Poco después el nuevo cristiano Marcelino lloraba bajo el agua bautismal. Estaban pesarosos de desprenderse del niñito que la voluntad de Dios había dejado a sus puertas. Las autoridades dijeron que no sabían nada de quién pudiera abandonar a la criatura. Pese a los deseos formales del Superior, no se sabía cómo, siempre ocurría algo que impedía la salida de Marcelino del convento.
     En el capítulo II,   Marcelino sabía las costumbres de todos los frailes y, de allí, les daba un nombre diferente a cada uno. Había ido conociendo los pueblos del contorno con los frailes. Los frailes habían llegado al convencimiento de que el niño había sido abandonado por unos forasteros. Marcelino se pasaba el día solo, jugando y pensando en sus cosas, cuando no ayudando a los frailes. Pero los verdaderos juguetes de Marcelino eran los animales. A veces, hablaba con la cabra. Una familia acampó cerca del convento. Iba con la familia el menor de los hijos, Manuel. Por primera vez, Marcelino conoció a un semejante suyo de la misma edad. Desde entonces, Manuel estaba siempre a su lado en la imaginación.

     Tenía una prohibición el niño y era la de subir las escaleras hacia el desván. Por eso, con un palo, tanteaba los escalones para ver por dónde sonaban más. En el desván, poco a poco, Marcelino pudo distinguir los objetos. Fue viendo algo así como la figura de un hombre altísimo, medio desnudo, con los brazos abiertos y la cabeza vuelta hacia él.
     En el capítulo III,  Marcelino,  en invierno, no salía del convento y se aburría y los frailes se dedicaban a enseñarle. Esto llevó a Marcelino al recuerdo del hombre del desván. Decidió subir de nuevo a verlo.  Esta vez, el palo golpeó a los pies del mismo hombre y no pasó nada. Marcelino no había visto jamás un crucifijo tan grande, con un Jesucristo del tamaño de un hombre de veras clavado a la cruz, tan alta como un árbol.
     Se acercó al pie de la cruz, y mirando con fijeza la sangre que goteaba por las heridas de la corona de espinas, las manos y los pies clavados y la gran llaga del costado, sintió llenársele los ojos de lágrimas. El niño fue dando la vuelta hasta ponerse debajo de su mirada que le producía a Marcelino una grandísima compasión. Tienes cara de hambre -le dijo. Entonces, el Señor bajó un brazo y cogió el pan. Marcelino estaba contento. Seguramente ya tenía un amigo más.
     En el capítulo IV, con la novena de San Francisco se acercaba la fiesta grande del convento. Llega al desván ya sin miedo. ¿Sabes, pues, quién soy? –¡Sí! ¡Eres Dios¡ Y le preguntó a Marcelino si sabía bien su historia, y Marcelino le dijo que quería oírsela a él mismo. Y Jesús le contó su historia. Y Marcelino salió del desván, pensando cómo el Señor sabría que él se llamaba Marcelino…  
     -Ayer te conté mi historia y tu aún no me has contado la tuya. –Mi historia dura muy poco. No he tenido padres y los frailes me recogieron cuando pequeñito y me criaron con la leche de la cabra vieja y con unos caldos que me hacía Fray Papilla y tengo cinco años y medio. No he tenido madre. ¿Tú tienes madre, verdad? –Sí. -¿Y dónde está? –Con la tuya. ¿Y cómo son las madres?, Yo siempre he pensando en ella y lo que más me gustaría de todo sería verla aunque fuera un momento. 
          En el capítulo V, un día, el Superior reunió a la comunidad para pedir consejo por el evidente cambio de Marcelino. Persistió en sus investigaciones, y acabó por estar al tanto de lo que en el desván ocurría a diario entre el niño y la imagen que  allí tenían por su gran tamaño, que no permitía instalarla debidamente en la capilla.  Fray Papilla y fray Puerta pasaron la noche en vela, rezando y pidiendo luz a Dios para entender en tan misterioso asunto.
     En el capítulo VI, Jesús interroga al niño y  los frailes llegan al desván donde solo Marcelino reposaba entre los brazos del sillón frailero, dormido al parecer. Cayeron los frailes de rodillas y allí estuvieron tanto tiempo hasta dar en la cuenta de que Marcelino no despertaba.    -El Señor se lo ha llevado consigo, bendito sea el Señor.   Bajaron los frailes a su capilla y allí pasaron la noche, entre lágrimas de alegría, con el cuerpo de Marcelino extendido sobre el altar. Frente al altar mayor, los frailes habían puesto inclinado el gran crucifijo del desván, que de otra manera no cabía.
      Aunque la acción no se desarrolla simultáneamente, es interesante que sí se sugiere un pasado, presente y futuro de Marcelino. Incluso hay otras versiones de Marcelino en el cielo. Por eso, el narrador relata en tercera persona omnisciente y, a veces, testigo cuando Jesús mismo comenta lo que siente Marcelino.

                                   Forma     
     En la forma, analizaremos la estructura, los capítulos, el diálogo, el lenguaje y la visión de conjunto de la obra.                                                                                                                                   
     El cuento está dividido en seis capítulos. Los capítulos se van encadenando con sentido cronológico, aunque se intercalan algunos recuerdos vagos de la madre de Marcelino para darle equilibrio, interés y movimiento a la acción dramática.   El autor maneja los capítulos con la misma duración, excepto el último que es muy breve. Aunque hay poco diálogo, las escenas en el desván tienen un diálogo movido.  Así también, el diálogo se caracteriza por ser dramático y directo.
     Hay  una escena culminante en la obra cuando Jesús revela su identidad en el capítulo IV:  “¿No te da miedo? –preguntó el Señor. ¿Sabes, pues, quién soy?
–¡Sí! ¡Eres Dios¡ Marcelino le puso su mano sobre el hombro desnudo.-Oye, tienes mucha sangre. ¿No te duelen tus heridas?
–¿Tú sabes quiénes me hicieron estas heridas?
–Sí. Los hombres malos.
El Señor inclinó su cabeza y entonces Marcelino le quitó la corona de espinas y la dejó sobre la mesa. El Señor le dejaba hacer, mirándole con un amor que Marcelino jamás había visto reflejado en mirada alguna.
-¿No te podría curar las heridas yo?
–Sí puedes; pero solo siendo muy bueno.
Y pasaba sus dedos por las heridas  y se manchaba un poco de sangre. -¿Y si yo te quitara los clavos de la cruz?
–No podría sostenerme en ella.
Y le preguntó a Marcelino si sabía bien su historia, y Marcelino le dijo que quería oírsela a él mismo.
Y Jesús le contó su historia.
Y Marcelino tenía señales de que había llorado y el mismo Jesús le pasó los dedos por los párpados para que no se lo notasen los frailes.
Y Marcelino salió del desván, pensando cómo el Señor sabría que él se llamaba Marcelino…” (Pág. 47-50).
      Aunque la obra no es de carácter poético, hay dos pasajes de mayor expresividad y belleza desde el punto de vista del lenguaje  cuando  Marcelino comienza a reconocer a Jesús fuera del desván en el capítulo IV:
Ocurría una cosa extraña en el corazón de Marcelino, y es que en las horas que no podía subir a ver a su amigo, se iba a la capilla y allí, en el cuadro de San Francisco, buscaba el crucifijo no muy grande que el santo traía entre las manos y reconocía los rasgos del hombre del desván y recordaba todas sus palabras. Con lo cual sentía un gran consuelo y levantaba algunas sospechas entre los frailes, tan poco acostumbrados a ver al chico en la capilla.   Marcelino seguía sin trabas su amistad con Jesús  y le seguía llevando cosas sin importarle ya si era robar o no”.(Pág. 54).   
     La última entrevista entre Jesús y Marcelino en el desván en el capítulo VI:
“-Dime ¿Quieres ser fraile como los que te han cuidado? ¿Quieres que vuelva junto a ti Mochito? ¿Quieres juguetes como los que tienen los niños del pueblo? ¿Quieres, mejor, el caballo de San Francisco?  ¿Quieres que venga contigo Manuel?
A todo decía que no Marcelino, con los ojos cada vez más abiertos y sin ver ya al Señor de lo mucho que lo veía y de lo cerca que lo tenía de sí.
-¿Qué quieres entonces?
-Solo quiero ver a mi madre y también a la tuya después.
El Señor lo atrajo entonces hacia sí y lo sentó sobre sus rodillas, desnudas y duras. Después,  le puso una mano sobre los ojos y le dijo suavemente: Duerme, pues, Marcelino.
En aquel mismo instante, once voces clamaron: ¡Milagro!”. (Pág. 66-67).

     En conjunto, hay relación entre el contenido y la estructura de la obra, porque muestra cómo se forma la personalidad de Marcelino cuando estaba solo con sus primeros amigos imaginarios que eran prototipo de Jesús y cómo se forma su carácter cuando descubre el misterio del desván y a Jesús. Por eso, la obra tiene unidad total por su título, asunto, tema, personajes, ambiente, acción dramática y la estructura, los capítulos, el diálogo, el lenguaje y la visión de conjunto de la obra.
     Una característica distintiva de la obra es su pesimismo. Siendo esto así, el mensaje que el autor quiere comunicarnos es que la desobediencia depende de la voluntad de Dios.  Así, el mensaje tiene carácter moral.

      La motivación que impulsó a este autor español a escribir sobre la amistad con Jesús es la relación con su hija Sara, de diecinueve años, quien ingresó como novicia a la Compañía de María en un convento de La Rioja en1951.

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