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martes, 5 de noviembre de 2013

Siddhartha de Hermann Hesse

 Hermann Hesse es un filósofo alemán, premio Nobel de Literatura 1946. 





          Solo una meta tiene Siddhartha: hallar paz en su corazón vacío para escapar del dolor de ser un Yo y de lo absurdo de la vida.



Sin deseo de búsqueda, voluntad, afán imitativo o esfuerzo, solo paz, Siddhartha busca la liberación, pero no a través de una doctrina, ya que una doctrina no contiene el secreto de lo que él mismo ha vivido.
Por eso, decide no buscar otra doctrina mejor, sino alcanzar la madurez espiritual por él mismo.



Siddartha teme que al ser seguidor de una doctrina, su Yo encuentre la paz solo en apariencia, y seguir viviendo…  Así, él se desprende del deseo de su juventud: el deseo de tener maestros y escuchar sus enseñanzas.







Él desea conocer el sentido y esencia del Yo, pero solo logra rehuirlo o esconderlo. Esto se debe al miedo a sí mismo, a la huida ante su propio ser. Ahora, Siddartha está más sólido y fuerte, más poseído de su propio ser.  





Él quiere atravesar el mundo sin hacer nada como una piedra en el agua. Sin embargo, los hombres se esfuerzan y padecen por necesidades que Siddhartha ni siquiera notaría.
Su gran enfermedad es no poder amar a nada  ni a nadie, porque el exceso de doctrina lo inmoviliza. Y en esa espiritualidad está escondido su Yo.


Siddhartha está en un círculo donde su hombre religioso tiene que morir y su hombre pagano también tiene que morir. De allí, emerge el nuevo Siddhartha.  




Así como el agua del río fluye, él tiene que dejar que su vida fluya también.  El río le habla a Siddhartha y le enseña a escuchar con el corazón  y  a esperar y tener paciencia con el ánimo abierto y expectante. 








Así como el río es uno, desde su origen hasta su desembocadura, solo existe el presente. Es una sola vida sin sombras del pasado o del futuro. En lo más hondo del corazón sintió su amor por el hijo fugitivo como una herida, pero cayó en la cuenta de que él mismo no sentía ya preocupación alguna por su hijo. 



Ahora comprende a los hombres y comparte su existencia  sin ideas ni opiniones, porque la sabiduría no es más que una disponibilidad del alma para entender la idea de la unidad.  
A pesar de esto, cada hombre solo piensa en sus metas y está poseído por ellas, sufre por ellas. Las metas, según Siddhartha, son simples chiquilladas por las que los hombres declaran guerras y sufren padecimientos infinitos.





Para ello, Siddhartha decide dejar de luchar contra el destino, dejar de sufrir. Los ojos de los hombres solo ven lo que buscan. Al estar poseídos por un objetivo ya no son receptivos a nada. Por esta razón, él no ve la grandeza en la palabra ni en el pensamiento, sino en la obra, en la vida.

   

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